martes, 19 de junio de 2007

Un cielo verde, plagado de estrellas

Este era apenas el primer paso para conquistar la tan anhelada novena estrella; sin embargo se convertiría luego en el juego crucial para levantar los ánimos de la hinchada nacionalista en un 100 porciento.

Desde muy temprano cientos de fieles hinchas verdes se agolparon en los alrededores del Guillermo Plazas Alcid, todos con el mismo objetivo, ingresar al estadio para observar como su equipo, Atlético Nacional, imponía su jerarquía contra un inexperto Atlético Huila.

Los fanáticos locales no se veían tan a menudo como los verdes, tal vez por su inexperiencia en estas faces finales, sin embargo los pocos opitas hacían entender a los visitantes que estaban en su casa y que sin dudas el Huila iba a ganar.


Faltaba poco para que el juego empezara y una gran mancha amarilla apareció en los alrededores del estadio, un grito ensordecedor entonaban los opitas, quienes levantando su voz y brazos coreaban con fervor su cántico predilecto, el ole, ole, ole, Huila, Huila.


Antes del inicio del partido, una caravana de 17 buses que venían de Medellín, llegó al sector norte del estadio, sólo faltaban 5 minutos para el inicio del compromiso y los hinchas nacionalistas estaban en largas filas que no tenían fluidez por las extensas requisas que les hacía la Policía, luego hicieron su ingreso con el canto que identifica a la barra brava de Nacional, “soy del verde , del ver soy yo”, los trapos alusivos al equipo empezaron a ubicarse en la tribuna y los bombos empezaron a sonar y a darle un ambiente más festivo a esta final tan inusual en el país.


Una humarada amarilla y verde (colores representativos del Huila) se esparció por todo el estadio, el aliento de los huilenses era casi ensordecedor, un sí se puede salía desde las tribunas para llenar de confianza a sus jugadores, lo que no sabían es que este cántico se revertiría y los verdes al finalizar el partido gritarían con tono burlesco, no se pudo.


Increíblemente esa gran fanaticada verde parecía estar absorbida por la nube amarilla, esa que se tomó el Plazas Alcid y ocupó un 70% de la capacidad del escenario.

El compromiso empezó y Nacional se posicionó muy bien en el terreno de juego, sus hinchas que provenían de varias ciudades del país alentaban sin cesar, hasta que llegó el momento crucial del partido, el gol de Carmelo Valencia que hizo erizar la piel de los asistentes verdes al estadio y a los opitas caer en un silencio eterno que se observó durante el resto del partido.


Cuando terminó la confrontación, todo parecía estar definitivamente decidido, los hinchas del Huila se veían muy desilusionados y desesperanzados de su suerte en el partido de vuelta en Medellín, en cambio los fanáticos de Nacional volvían a sus ciudades de destino con un grito apasionante y fortalecido, ese que ha identificado al Rey de Copas por varios años: dale campeón.


Así se sigue escribiendo la historia de uno de los clubes más galardonados del fútbol colombiano, porque si aún no se tenía el título, la ilusión de un nuevo campeonato crecía, y como dice la estrofa de una canción, el verde de la montaña puede seguir entonando esta frase: pero sigo siendo el Rey.